Archivos para febrero 2023

Nuestra Señora de Lourdes. La roca de Masabielle

Cuánto atractivo sobrenatural tiene aquel rincón de Lourdes. La imponente y majestuosa roca de Masabielle, formando una pequeña gruta en el seno de la montaña, es acariciada por las aguas del Gave y por los pies de aquella Señora que cautivó el corazón de Bernardette. Cuántas plegarias, cuántos dolores, cuántas gracias, cuántos amores ha presenciado aquella roca desde que la Señora la eligió como rincón de la ternura y misericordia de Dios. Pulmón del mundo, en donde se respira la brisa suave de la presencia de Dios, al calor de esa mirada de Madre que envuelve tantos corazones doloridos y desgarrados que a Ella se acercan.

Cuánto te enseña para tu vida aquella roca de Masabielle. También tu has de ser roca para tantas almas inseguras, desanimadas, desorientadas, cansadas en la fe, que buscan alguien en quien apoyar sus soledades y amarguras. También tú has de ser lugar de oración, de plegaria y súplica, por tantos hombres enfermos de egoísmo y soberbia que buscan en ti a ese Dios capaz de cambiar el pecado en gracia. También tú has de ser rincón de la ternura y misericordia de Dios para tantos que pasan a tu lado cada día viviendo en la mentira y en el sinsentido de una vida sin Dios.

Déjate también acariciar por los pies de la Señora, para que en ti pueda Ella escuchar, acoger, consolar, curar, conducir a Dios a tantos peregrinos que buscan, quizá sin saberlo, ese poco de Dios que les haga un poco más felices. La montaña es Cristo. Pero tú, como la pequeña gruta de Masabielle que se hunde en la entraña de la cima, has de ser ese pequeño rincón de Dios y de tantas almas, que atraiga hacia el amor de Dios a todos aquellos que se acerquen. 

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Presentación de Jesús en el Templo. «…Para presentarle al Señor» (Lc 2,22)

Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José lo ofrecieron a Dios como su hijo primogénito. Cumplían así la Ley de Moisés, que obligaba a la purificación de la madre y mandaba rescatar al primogénito pagando por él una limosna en el templo. María y José, como eran pobres, ofrecieron en sacrificio unas tórtolas y pichones, en lugar del cordero que ofrecían los judíos más pudientes.

En realidad, eran ellos quienes estaban ofreciendo al Señor el verdadero cordero que había que quitar el pecado del mundo. Jesús sellaba así, de manos de María, su primera ofrenda cultual al Padre, la misma que más tarde realizaría de modo pleno y perfecto en el misterio pascual. Y a su lado, tanto en la presentación en el Templo como en la Cruz del Calvario, está siempre María, la Virgen Madre fiel, que permaneció siempre indefectiblemente unida a la ofrenda de su Hijo. No olvides que el bautismo y la confirmación hicieron de ti ese hijo primogénito consagrado para siempre a Dios.

No olvides que tu consagración, vivida en el sacerdocio o en la vida consagrada, tiene mucho de oblación, de ofrenda, de cruz, de coredención, de misterio pascual. No importa si tu ofrenda no vale más de unos pichones y unas tórtolas. Importa, y mucho, que tu unión con Cristo Esposo te hace ser, con El y como El, verdadero cordero que se ofrece, de manos de María, por la salvación de todos los hombres.  

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