Cuánto atractivo sobrenatural tiene aquel rincón de Lourdes. La imponente y majestuosa roca de Masabielle, formando una pequeña gruta en el seno de la montaña, es acariciada por las aguas del Gave y por los pies de aquella Señora que cautivó el corazón de Bernardette. Cuántas plegarias, cuántos dolores, cuántas gracias, cuántos amores ha presenciado aquella roca desde que la Señora la eligió como rincón de la ternura y misericordia de Dios. Pulmón del mundo, en donde se respira la brisa suave de la presencia de Dios, al calor de esa mirada de Madre que envuelve tantos corazones doloridos y desgarrados que a Ella se acercan.
Cuánto te enseña para tu vida aquella roca de Masabielle. También tu has de ser roca para tantas almas inseguras, desanimadas, desorientadas, cansadas en la fe, que buscan alguien en quien apoyar sus soledades y amarguras. También tú has de ser lugar de oración, de plegaria y súplica, por tantos hombres enfermos de egoísmo y soberbia que buscan en ti a ese Dios capaz de cambiar el pecado en gracia. También tú has de ser rincón de la ternura y misericordia de Dios para tantos que pasan a tu lado cada día viviendo en la mentira y en el sinsentido de una vida sin Dios.
Déjate también acariciar por los pies de la Señora, para que en ti pueda Ella escuchar, acoger, consolar, curar, conducir a Dios a tantos peregrinos que buscan, quizá sin saberlo, ese poco de Dios que les haga un poco más felices. La montaña es Cristo. Pero tú, como la pequeña gruta de Masabielle que se hunde en la entraña de la cima, has de ser ese pequeño rincón de Dios y de tantas almas, que atraiga hacia el amor de Dios a todos aquellos que se acerquen.