El tiempo tiene mucho que ver con el alma y con nuestros estados de ánimo. Es una realidad tan fugaz y engañosa que existe sólo mientras se va pasando. Se desvanece, inaferrable, con la misma facilidad con que se deshace la espuma cuando la cogemos entre los dedos de la mano. El tiempo es ese talento único e irrepetible que Dios nos ha dado para invertir con él en el gran negocio que debería ocupar toda nuestra vida: nuestra salvación. Perdemos el tiempo cuando no lo ocupamos en amar a Dios. No se trata de llenarlo de cosas, de actividades, de preocupaciones y afanes, aunque tampoco se trata de renunciar al quehacer fatigoso de nuestro día a día.
El secreto de un buen empleo del tiempo está en saber impregnar todas esas cosas de amor a Dios, tan hacendoso como Marta y tan contemplativo como María. Aprovechar el tiempo no significa hacer grandes cosas sino amar mucho a Dios en las cosas porque, cuando se trata de amar, no existen medidas humanas. Ganamos el tiempo cuando se lo dedicamos a El, allí donde El nos ha puesto, para amarle de la forma que El quiere y en las cosas y actividades que El quiere.
Cuántos tiempos vacíos de Dios que han quedado perdidos, como talentos enterrados en la tierra de nuestros agobios y afanes, y que no hemos sabido convertir en eternidad. Cuánto tiempo perdido sólo por el afán desmedido de aprovecharlo para nuestros egoísmos, comodidades, omisiones, intereses particulares y conveniencias. Cuánto tiempo lleno de estériles activismos y prisas, sólo por la ambición de querer dominar con autosuficiencia cada uno de los momentos de nuestra existencia.
¿Crees, acaso, que Cristo perdió el tiempo durante aquellos ocultos años de Nazareth que ocuparon la mayor parte de su vida en la tierra y en los que aparentemente se dedicó a “no hacer nada”? Y, sin embargo, la obra de la redención que El cumplió en la cruz no se entiende sin esos largos años de vida oculta y de aparente ineficacia, dedicándose a tareas humanamente insignificantes y hasta absurdas. Disfrutarás de tu tiempo y de las cosas con las que llenas tu tiempo si sabes disfrutar de Dios y llenar de El ese pequeño día a día en el que te juegas tu salvación.
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