Si no hubiera infierno, no existiría la justicia. Esto, que puede escandalizar a muchos de nuestros contemporáneos, es una de las realidades más fuertes que nos muestra el gran plan de salvación de Dios. Jesucristo, en los evangelios, habla expresamente de la posibilidad de la condenación y de la existencia del infierno en quince ocasiones. Desde luego que no es asunto para estar obsesionados, pero nunca podemos olvidar que el amor es algo que no se impone. Cristo nos habla constantemente de la misericordia de Dios, y de acudir a Él como Padre; pero, ¿qué hubiera pasado si el hijo pródigo no hubiera regresado a la casa del padre, signo de la infinita ternura de Dios?
Tras el drama del infierno se esconde el misterio de la libertad humana; pero, también es cierto que la Iglesia no puede convertirse, como muchos desearían, en una ong más, dedicada a poner tiendas de campaña en países del tercer mundo, y a proveer de recursos materiales. Sin la consideración del cielo y del infierno no cabría la interpelación a la conciencia personal, la existencia del bien o mal moral, con sus consecuencias definitivas para cada ser humano más allá de esta vida. Si el infierno no existiera, asistiríamos a uno de los engaños más clamorosos de la historia de la humanidad, ya que la Iglesia, desde hace más de veinte siglos, se dedica a rezar por los pecadores. Hay infierno y, por tanto, existe la posibilidad de que tú y yo nos condenemos. ¡Claro que existen los lirios del campo y las aves del cielo! Pero, más allá de cualquier poesía, que puede confortarnos anímicamente, debemos ahondar en la realidad del pecado, que puede alejarnos, con el mal uso de nuestra libertad, de Aquel que asumió nuestra condición pecadora, y murió en la Cruz por amor. ¿Somos capaces de imaginarlo?
Suscríbete a las Lañas diarias en www.mater-dei.es
Descárgate Lañas I y Lañas II en iTunes
O cómpralos ya en Amazon: http://www.amazon.es/dp/B007P051HA
Speak Your Mind